Durante doce años, Chirpy, una gaviota, visita diariamente al hombre que ayudó a curar su pata quebrada. Juan la invitaba a acercarse mostrándole galletas para perros, y así pudo alimentarla hasta que se curó. Chirpy vive en Instow Beach, en Devon, Inglaterra, pero entre septiembre y marzo, el ave y Juan se encuentran fácilmente: Chirpy vuela directo hacia él cuando llega a la playa; aunque no se acerca a ningún otro ser humano. Sin duda, es una relación inusual.
El vínculo entre Chirpy y Juan me recuerda otra relación fuera de lo común entre un hombre y un ave. Cuando el profeta Elías fue enviado al desierto para esconderse en el arroyo de Querit, Dios le dijo que bebiera del arroyo, y que Él enviaría cuervos para proveerle alimento (1 Reyes 17:3-4). A pesar de las circunstancias y el entorno complicado, su necesidad de agua y comida fue suplida. Aunque los cuervos no eran buenos proveedores —por alimentarse con comida sucia—, aun así, le llevaban a Elías comida sana.
Quizá no nos sorprenda que un hombre ayude a un ave, pero cuando un ave le provee a un hombre «pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde», esto solo puede explicarse con el poder y el cuidado de Dios (v. 6). Tal como Elías, también podemos confiar en que Dios proveerá para nosotros.