En enero de 1943, los cálidos vientos chinook azotaron Spearfish, en Dakota del Sur, lo que elevó rápidamente las temperaturas de –20 ° a 7 °C. Ese drástico cambio climático tuvo lugar en solo dos minutos. El cambio de temperatura más grande registrado en Estados Unidos en 24 horas fue de ¡casi 57 grados!
No obstante, los cambios repentinos no son simplemente un fenómeno climático. A veces, son propios de la vida. Santiago nos recuerda: «¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana» (4:13-14). Una pérdida inesperada; una diagnóstico sorpresivo; un revés financiero… cambios repentinos.
La vida es un viaje con muchos elementos impredecibles. Esta es precisamente la razón por la que Santiago nos aconseja dejar «toda jactancia» (v. 16) que no tenga en cuenta al Todopoderoso; y en cambio, «decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» (v. 15). Los acontecimientos de nuestra vida pueden ser inciertos, pero una cosa es segura: cuando atravesemos todos los momentos inesperados de la vida, nuestro Dios nunca nos abandonará. Él estará constantemente a nuestro lado por el resto de nuestros días.