En What We Keep [Lo que guardamos], una colección de entrevistas de Bill Shapiro, cada persona menciona algo que le es tan importante y grato que nunca lo descartaría.
Esto me hizo pensar en las posesiones que más me importan y me producen alegría. Una de ellas es una simple receta de hace 40 años escrita a mano por mi mamá. Otra es una taza rosada de mi abuela. Otras personas tal vez valoran recuerdos preciosos: un elogio alentador, la sonrisa de un nieto o conceptos especiales encontrados en las Escrituras.
Sin embargo, lo que solemos mantener guardado en el corazón son cosas que nos hicieron infelices: ansiedad, enojo y resentimiento.
En la carta a la iglesia en Filipos, el apóstol Pablo habló de una manera más positiva de pensar, y alentó a los creyentes a regocijarse siempre, ser gentiles y llevar todo delante de Dios en oración (Filipenses 4:4-9).
Las alentadoras palabras de Pablo con respecto a qué pensar nos ayudan a ver que es posible dejar de lado los pensamientos negativos y permitir que la paz de Dios guarde nuestros corazones y mentes en Cristo Jesús (v. 7). Esta paz se consigue cuando nuestros pensamientos están inundados de «todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre» (v. 8).