En Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el armario, de C. S. Lewis, todo Narnia se emociona cuando el poderoso león Aslan reaparece después de una larga ausencia. Sin embargo, su alegría se vuelve tristeza por una exigencia de la malvada Bruja Blanca. Ante la aparente derrota de Aslan, los narnianos experimentan su poder cuando emite un rugido ensordecedor que hace que la bruja huya aterrorizada. Aunque todo parecía perdido, al final, Aslan demuestra ser más grande.
Como en la alegoría de Lewis, el siervo de Eliseo se desesperó cuando, una mañana, vio que estaban rodeados por un ejército enemigo: «¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?» (2 Reyes 6:15). El profeta respondió con calma: «No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos» (v. 16); y luego, oró: «Te ruego, oh Señor, que abras sus ojos para que vea» (v. 17). Y «el Señor abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo» (v. 17). Al principio, las cosas parecían desalentadoras a los ojos del siervo, pero el poder de Dios demostró finalmente ser mayor que el enemigo.
Nuestras dificultades pueden hacernos creer que está todo perdido, pero Dios desea abrir nuestros ojos y mostrar que Él es más poderoso.