Hoy en día, la tecnología parece requerir nuestra atención permanente. El «milagro» de Internet nos permite acceder desde la palma de nuestra mano al conocimiento colectivo de la humanidad. Pero para muchos, tal acceso constante puede tener un costo.
La escritora Linda Stone acuñó la frase «atención parcial continua», la cual describe el impulso moderno de necesitar saber lo que pasa «allí fuera» para asegurarnos de que no nos estamos perdiendo nada. Si esto te suena que podría producir ansiedad crónica, ¡tienes razón!
Aunque el apóstol Pablo luchó con diferentes causas de ansiedad, sabía que nuestra alma solo encuentra paz en Dios. Por eso, termina una carta alentando a creyentes que padecían persecución (1 Tesalonicenses 2:14), diciendo: «Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo» (5:16-18).
Orar «sin cesar» podría parecer bastante desalentador. Pero ¿con qué frecuencia revisamos nuestros teléfonos? ¿Qué tal si, en cambio, dejáramos que ese impulso nos estimulara a hablar con Dios?
Y más importante aún, ¿si decidiéramos intercambiar la necesidad de estar «al tanto de todo» por un constante reposo en la presencia de Dios en oración? Por el Espíritu, podemos aprender a mantener nuestra atención plena en nuestro Padre celestial.