En Cautivado por la alegría, C. S. Lewis confesó que se convirtió en cristiano a los 33 años, «revolviéndose, luchando, resentido y mirando en todas direcciones buscando la oportunidad de escapar». A pesar de su resistencia, sus defectos y los obstáculos que enfrentó, el Señor lo transformó en un valiente y creativo defensor de la fe. Lewis proclamó la verdad y el amor de Dios a través de ensayos y novelas impactantes que siguen siendo leídas, estudiadas y compartidas aún 55 años después de su muerte. Su vida testimoniaba su creencia de que una persona «nunca es demasiado vieja para convertir una meta o un sueño en una nueva ilusión».

Mientras hacemos planes y perseguimos sueños, Dios puede purificar nuestras motivaciones y darnos poder para consagrar a Él todo lo que hagamos (Proverbios 16:1-3). Desde las tareas más comunes hasta los desafíos más grandes, podemos vivir para la gloria de nuestro Hacedor todopoderoso, quien «todo lo ha hecho […] para su propio propósito» (v. 4). Cada acción, palabra y pensamiento puede convertirse en una expresión de sentida adoración, un sacrificio de honra a nuestro Señor, mientras Él nos cuida (v. 7).

Todo lo que hagamos, puede ser hecho con Él, para Él, y únicamente por causa de Él.