En un documental sobre su vida, el autor Wendell Berry habla de cómo el divorcio describe la condición de nuestro mundo. Estamos divorciados unos de otros, de nuestra historia, de nuestra tierra. Las cosas que deberían estar completas están separadas. Cuando le preguntaron sobre qué deberíamos hacer respecto a esta triste realidad, dijo: «No podemos recomponerlo todo de una vez. Solo tomamos dos cosas y las unimos». Volvemos a unir dos cosas que están separadas.
«Bienaventurados los pacificadores», dijo Jesús (Mateo 5:9). Hacer la paz es producir shalom: enderezar el mundo. Un teólogo la describe como «florecimiento universal, plenitud y deleite […]. Así es como deben ser las cosas». Shalom es tomar lo roto y volver a unirlo. Con la guía del Señor, podemos esforzarnos para hacer las cosas bien. Él nos llama a ser pacificadores; la «sal de la tierra» y la «luz del mundo» (vv. 13-14).
Hay muchas maneras de ser pacificadores en el mundo, y lo importante es no ceder ante la situación sino hacer algo para arreglarla. En el poder de Dios, no permitamos que muera una amistad ni que un vecindario difícil se vuelva apático y aislado. Busquemos los lugares rotos, confiando en que Dios nos dará sabiduría y capacidad para participar en recomponerlos.