La dionea atrapamoscas se descubrió en una zona de humedales arenosos cerca de nuestra casa, en Carolina del Norte. Es fascinante observar estas plantas porque son carnívoras. Liberan un néctar perfumado y dulce que forma trampas con aspecto de flores. Cuando un insecto se posa en ellas, se disparan unos sensores del borde exterior, la trampa se cierra en menos de un segundo y atrapa a la víctima. Al cerrarse, segrega enzimas que consumen la presa, dándole a la planta los nutrientes que no obtienen del terreno arenoso.
La Palabra de Dios nos habla de otra trampa que puede atraparnos inesperadamente: «los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores» (1 Timoteo 6:9-10), le dijo Pablo a su predilecto Timoteo.
El dinero y los bienes materiales pueden prometer felicidad, pero cuando ocupan el primer lugar en nuestra vida, transitamos un terreno peligroso. La manera de evitar esta trampa es tener corazones humildes y agradecidos, centrados en la bondad de Dios: «gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento» (v. 6).