Maravillosamente únicos
Los seres humanos no son especiales; al menos, según el Zoológico de Londres. En 2005, se presentó allí una exposición de cuatro días: «Los humanos en su ambiente natural». Los humanos «en cautividad» se escogieron mediante una encuesta en línea. Para que las visitas entendieran sobre los humanos, se hicieron carteles detallando la dieta, el hábitat y las amenazas para la especie. El propósito era minimizar la singularidad de los seres humanos.
Salida divina
El misterio en la obra de Agatha Christie, Los relojes, presenta a dos antagonistas que cometen una serie de asesinatos. Aunque su plan original estaba dirigido a una sola víctima, comenzaron a matar a otros para encubrir el crimen inicial. Cuando Hércules Poirot los confronta, un conspirador confiesa: «Se suponía que fuera un solo asesinato».
La torre torcida
Las torres torcidas de las iglesias ponen nerviosa a la gente. Unos amigos nos contaron que una fuerte tormenta de viento hizo que la hermosa torre de su iglesia quedara torcida, lo que provocó gran alarma.
Nos necesitamos unos a otros
Mientras caminaba con mis hijos, descubrimos una planta liviana y elástica que crecía en manojos sobre el sendero. Según un cartel, se la llama comúnmente musgo de ciervo, pero no es un musgo, es un liquen: un hongo y un alga que crecen juntos en una relación mutua de la cual se benefician ambos organismos. Ni el hongo ni el alga puede sobrevivir por sí solos, pero juntos forman una planta resistente que puede vivir hasta 4.500 años en grandes cordilleras. Al poder soportar sequías y temperaturas bajas, es una de las únicas fuentes alimentarias para los renos durante los inviernos más intensos.
Las manos asombrosas de Dios
Veinte minutos después de despegar, el plan de vuelo pasó de la calma al caos. Cuando uno de los motores del avión falló, partes sueltas rompieron una de las ventanillas, y la cabina se descomprimió. Lamentablemente, varios pasajeros sufrieron heridas y una persona murió. De no haber tenido el avión un piloto tranquilo y capaz —entrenado para la guerra—, las cosas habrían sido trágicamente peores. El titular de un periódico decía: «En manos asombrosas».
Abrazo de «Oso»
«Oso» era un regalo para mi nieto; un montón de amor con la forma de un animal gigante de peluche. ¿La respuesta del pequeño? Primero, duda. Luego, un asombro enorme. Y después, una curiosidad que llevaba a una resuelta exploración. Metió su dedo rollizo en la nariz de Oso, y cuando este tambaleó y cayó en sus brazos, respondió con alegría, alegría, ¡ALEGRÍA! Mi nieto apoyó su cabeza sobre el pecho mullido de Oso y lo abrazó con fuerza. Unos preciosos hoyitos aparecieron en sus mejillas mientras sonreía y se acurrucaba en su pecho blando y suave. Con inocencia y naturalidad, sintió que Oso lo amaba, y se lo retribuyó con todo su corazón.
Cuando todo parece perdido
La vida de Gerardo se derrumbó en seis meses. Una crisis económica destruyó su empresa y su salud, y un trágico accidente se llevó la vida de su hijo. Ante ese golpe, su madre murió de un ataque cardíaco, su esposa cayó en depresión y sus dos hijas menores quedaron desconsoladas. Lo único que podía hacer era recordar las palabras del salmista: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Salmo 22:1).
Una crítica amable
Durante una clase de pintura, el profesor —un artista profesional sumamente experimentado— evaluaba mi primer trabajo. En silencio y con una mano en el mentón, se paró frente a mi cuadro. Aquí viene —pensé—. Va a decir que es horrible.
Nostalgia de piedra
«Ah, todo muelle es una nostalgia de piedra», dice un poema en portugués de Fernando Pessoa, Oda Marítima. El muelle representa lo que sentimos cuando un barco se aleja lentamente. La nave parte, pero el muelle queda: un monumento permanente de esperanzas y sueños, de partidas y de añoranzas. Nos dolemos por lo que perdemos y por lo que no podemos alcanzar.
El amor no se detiene
Después de cumplir 19 años, y años antes de que tuviera un teléfono celular, me mudé a más de 1.100 kilómetros de mi madre. Una mañana, salí temprano para hacer unos recados y olvidé que habíamos programado hablar por teléfono. Tarde esa noche, dos policías vinieron a mi casa. Mamá se había preocupado porque nunca me había perdido nuestras charlas. Entonces, llamó a las autoridades e insistió en que investigaran. Uno de los policías me miró y dijo: «Es una bendición saber que el amor nunca dejará de buscarte».