Caminos inesperados
En 1986, Levan Merritt, de cinco años de edad, cayó en el recinto de los gorilas en el zoológico de Jersey, en Inglaterra. Cuando los padres y los espectadores gritaban por ayuda, un macho adulto espalda plateada, llamado Jambo, se interpuso entre el niño inmóvil y otros gorilas, y empezó a palmear suavemente la espalda del niño. Cuando Levan comenzó a llorar, Jambo llevó a los otros gorilas a sus encierros, mientras los guardias fueron al rescate. Más de 30 años después, Levan todavía habla de Jambo, el gigante bueno; su ángel guardián que actuó de una manera asombrosamente inesperada, y que cambió para siempre su concepto de los gorilas.
Dónde hallar esperanza
Elisa luchó mucho tiempo con la adicción a las drogas. Cuando se recuperó, quiso ayudar a otros, en agradecimiento. Entonces, empezó a escribir notas y a colocarlas de forma anónima en diferentes lugares de la ciudad donde vivía. Las ponía debajo de limpiaparabrisas de autos y en postes de parques. Antes, ella buscaba señales de esperanza; ahora, las coloca para que otros las encuentren. Una de sus notas terminaba diciendo: «Con mucho amor. Hay esperanza».
Un momento apropiado
Ayer compré un boleto de avión para que mi hija mayor vaya a la universidad. Me sorprende que el teclado de la computadora todavía funcione, ya que una catarata de lágrimas cayó de mis ojos mientras seleccionaba el vuelo. He disfrutado cada día de los 18 años que vivimos juntas, y me entristece que se vaya. No obstante, no le robaría la oportunidad que tiene por delante, por el mero hecho de extrañarla. A esta altura de su vida, es apropiado que se embarque en un nuevo viaje, para descubrir otra parte del país y aprender a ser adulta.
Esculpidos en sus manos
Allá por el siglo xix, en su iglesia de Londres, Carlos Spurgeon se deleitó durante años en predicar sobre las riquezas de Isaías 49:16, que dice que Dios nos tiene esculpidos en las palmas de sus manos. Declaró: «¡Un texto como este ha de ser predicado cientos de veces!». Un pensamiento así es tan precioso que podemos meditar en él una y otra vez.
Legados de amor
Estaba hojeando la Biblia de mi bisabuela, cuando un tesoro cayó sobre mis piernas. En un pequeño trozo de papel, escrito con letras de niño, estaban estas palabras: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación» (Mateo 5:3-4). Garabateada debajo de esos versículos, estaba la firma de mi madre.
Orar correctamente
Admiro a las personas que anotan pedidos de oración en diarios gastados de usarlos todos los días, que mantienen un registro de peticiones y alabanzas, y que los actualizan fielmente. Me motivan los que se reúnen para orar con otros y los que tienen las rodillas gastadas de hablar con Dios junto a sus camas. Durante años, traté de copiar sus estilos, de imitar su vida de oración perfecta, de emular su elocuencia. Luché para develar cuál era el misterio de sus vidas, anhelando aprender cómo orar correctamente.
¿Te hace bien?
Como me gusta el chocolate amargo, una vez, googleé: «¿Hace bien el chocolate amargo?». Los resultados fueron variados; algunos malos y otros buenos. Se puede hacer lo mismo con casi todos los alimentos: ¿Hace bien la leche? ¿Hace bien el café? ¿Hace bien el arroz? Las respuestas pueden marearte, así que tienes que entender que la investigación en sí tal vez no te haga bien. ¡Podría darte dolor de cabeza!
La satisfacción suprema
Mientras distribuíamos el refrigerio en una actividad de la escuela bíblica, notamos que un niño devoraba su porción. Luego, se comió también lo que dejaron en la mesa los otros niños. Incluso, le di después una bolsa de palomitas de maíz, y seguía comiendo. Entonces, nos interesó saber por qué tenía tanta hambre.
¿Qué hay en un nombre?
«Gip» Hardin, un predicador metodista, en honor al famoso predicador John Wesley, le puso ese nombre a su hijo, reflejando así sus aspiraciones para él. Lamentablemente, John Wesley Hardin escogió un camino diferente. Jactándose de haber matado a 42 hombres, se convirtió en uno de los pistoleros y delincuentes más famosos del Oeste americano de finales del siglo xix.
¿Hay Wi-Fi?
Mientras me preparaba para un viaje misionero con unos jóvenes, la pregunta más frecuente era: «¿Hay Wi-Fi?». Y yo les aseguraba que sí. Así que, ¡imagínense las quejas y los lamentos cuando, una noche, se perdió la conexión!