Dios nos cuida
A mis nietos pequeños les encanta vestirse solos. A veces, se ponen las camisas al revés, y, a menudo, el más chico tiene los zapatos en el pie equivocado. Por lo general, me da pena decírselo. Además, su inocencia me enternece.
Una oración que nos encamina al cielo
Una de las primeras plegarias que aprendí de niño era: «Ahora que me acuesto a dormir, te pido, Señor, que me cuides…». Esta oración que aprendí de mis padres, se la enseñé a mis hijos cuando eran pequeños. Me confortaba muchísimo colocarme en las manos de Dios, diciendo esas palabras antes de dormirme.
¿En proceso o terminado?
Terminar un trabajo produce satisfacción. Por ejemplo, todos los meses, una de mis responsabilidades laborales pasa de «En proceso» a «Terminado». Me encanta presionar la tecla de «Terminado». Pero, el mes pasado, cuando lo hice, pensé: ¡Si tan solo pudiera superar con tanta facilidad los momentos difíciles en mi fe! Pareciera que la vida cristiana está siempre en proceso; nunca terminada.
Hacedor maravilloso
Como fotógrafa amateur, me encanta capturar destellos de la creatividad de Dios. Veo sus huellas en cada pétalo de flor, cada amanecer y atardecer vibrantes, cada nube y cada estrella pintadas y esparcidas en el lienzo celeste.
Sky Garden
Cuando mi esposa y yo estábamos en Londres, un amigo arregló para que visitáramos Sky Garden. La terraza de este edificio de 35 pisos, en el distrito empresarial londinense, es una plataforma rodeada de vidrios y llena de plantas, árboles y flores. Pero lo que más captó nuestra atención fue la vista de la ciudad desde 150 metros de altura, que nos permitió admirar la Catedral de San Pablo, la Torre de Londres y mucho más. Era impresionante, y ofrecía una útil lección sobre perspectiva.
Jesús extendió la mano
A veces, la vida se vuelve ajetreada: los estudios son difíciles, el trabajo es agotador, el baño necesita una limpieza, y una taza de café forma parte de la agenda diaria. Llega el punto en que me obligo a leer la Biblia unos minutos por día, y me digo a mí misma que pasaré más tiempo con Dios la semana próxima. Pero no pasa mucho tiempo antes de que me distraiga y me hunda en las tareas cotidianas, y me olvide de pedirle la más mínima ayuda a Dios.
Hambre del corazón
Mientras iba en el auto con mi esposo, miraba algunos correos en el teléfono, y me sorprendió una publicidad de una tienda local de rosquillas, justo a la derecha de donde acabábamos de pasar. De repente, mi estómago rugió de hambre. Me maravilló cómo logra la tecnología que los comerciantes nos atraigan a sus establecimientos.
El Señor habla
En el libro de Job, podemos encontrar casi cualquier argumento sobre por qué hay sufrimiento en el mundo, pero la discusión no parece ayudar mucho a Job. Su crisis es más de relación que de duda. ¿Puede él confiar en Dios? Lo que más desea es que se le aparezca la única Persona que puede explicarle su triste situación. Quiere encontrarse con Dios, cara a cara.
Navegar por los rápidos
El guía de rafting nos escoltó hasta la orilla del río, y nos indicó que nos pusiéramos las chaquetas salvavidas y tomáramos los remos. Mientras subíamos al bote, nos asignaba los asientos, para equilibrar el peso y poder mantenernos estables al enfrentar los rápidos.
El regalo del tiempo
Entré volando a la oficina de correos. Tenía varias cosas anotadas para hacer, pero, al entrar, me frustré cuando vi una fila larga que llegaba hasta la puerta. «Apresúrate y espera», musité, mientras miraba el reloj.