Mi amiga María quería volver a tapizar las sillas de su comedor antes de fin de año. Cuando nos reunimos, me contó sobre su progreso: «Me llevó diez meses y dos horas recuperar mis sillas». Tras varios meses sin poder conseguir los materiales necesarios o encontrar un rato de quietud entre su trabajo demandante y las necesidades de sus hijos pequeños, la tarea le llevó solo dos horas de dedicación intensa para terminarla.
El Señor llamó a Nehemías a un proyecto mucho mayor: restaurar los muros de Jerusalén después de haber estado en ruinas durante 150 años (Nehemías 2:3-5, 12). Mientras lideraba a sus hombres en la tarea, enfrentó burlas, ataques, distracciones y tentaciones a pecar (4:3, 8; 6:10-12). Sin embargo, Dios lo equipó para mantenerse firme; decidido en sus esfuerzos por completar la abrumadora tarea en solo 52 días. Superar tales desafíos requiere mucho más que un deseo personal. A Nehemías lo motivaba la certeza de que Dios le había asignado esa tarea. A pesar de la oposición, su actitud vigorizaba a aquellos que lo seguían.
Cuando Dios nos encarga una tarea, también nos da las capacidades y las fuerzas necesarias para seguir esforzándonos, independientemente de los desafíos que enfrentemos.