Hace poco, fuimos a visitar a nuestros nietos, y nos encantó ver las imágenes de una cámara web que enfocaba a una familia de águilas. Todos los días, observábamos a la mamá, el papá y el bebé mientras seguían su rutina diaria en el nido ubicado a bastante altura del suelo. Los padres vigilaban constantemente para proteger el aguilucho, y le llevaban peces de un río cercano, para alimentarlo.
Esta pequeña familia de águilas nos describe el cuadro que brinda el salmista en el Salmo 104, sobre la magnífica obra creadora de Dios: un despliegue de imágenes de la creación, de escenas de la obra de las manos de Dios en todo lo creado.
Vemos la majestad de la creación de Dios en su relación con el universo (vv. 2-4).
Experimentamos la creación de la Tierra en sí: agua, montes y valles (vv. 5-9).
Disfrutamos la gloria de los regalos de Dios de animales, aves y plantas (vv. 10-18).
Nos maravillamos ante los ciclos que Dios creó en nuestro mundo: día y noche; luz y oscuridad; trabajo y reposo (vv. 19-23).
Cada uno de nosotros puede dar gracias a Dios por todo lo que Él ha hecho para que lo apreciemos y disfrutemos. «Bendice, alma mía, al Señor» (v. 1).