Si alguna vez hubo alguien fiel, ese fue el hermano Justice. Estaba dedicado a su familia, dedicado a su trabajo en el correo postal, y todos los domingos cumplía con su liderazgo en nuestra iglesia local. Hace poco, visité mi iglesia de la niñez, y sobre el piano estaba la misma campana que él usaba para avisarnos que el tiempo de estudio bíblico estaba por terminar. La campana había soportado el paso de los años, y, aunque hace años que el hermano Justice está con el Señor, su legado de fidelidad también perdura.
Hebreos 3 dirige la atención del lector a un siervo y a un Hijo fiel. Es innegable la fidelidad de Moisés como «siervo» de Dios, pero Jesús es Aquel en quien los creyentes deben enfocarse: «Por tanto, hermanos santos, […] considerad [a] Cristo Jesús» (v. 1). Así se alentaba a todos los que enfrentaban tentaciones (2:18). Su legado solo se generaba al seguir a Jesús, el Hijo fiel.
¿Qué haces cuando los vientos de la tentación giran a tu alrededor? ¿Cuándo estás cansado y agotado, y quieres rendirte? Una versión contextualizada del pasaje nos invita, diciendo: «pónganse a pensar seriamente en quién es Jesús» (3:1 ntv). Piensa en Él una vez más… y otra y otra. Cuando lo hacemos, encontramos al confiable Hijo de Dios que nos da ánimo.