Malcolm Muggeridge, destacado periodista y crítico social británico, puso su fe en Cristo a los 60 años. Cuando cumplió 75, brindó 25 reflexiones sobre la vida. Una decía: «Nunca encontré a un hombre rico que fuera feliz, pero pocas veces he encontrado a un pobre que no quisiera ser rico».
Casi todos coincidimos en que el dinero no nos hace felices, pero nos gustaría tener un poco más, para sentirnos seguros.
Se calcula que el patrimonio del rey Salomón superaba los dos billones de dólares americanos. Aunque era muy rico, sabía que el dinero tenía grandes limitaciones. Proverbios 8 está basado en su experiencia personal, y ofrece el «Llamado de la sabiduría» a toda persona: «Dirijo mi voz a los hijos de los hombres. […] mi boca hablará verdad» (vv. 4-7). «Recibid mi enseñanza, y no plata; y ciencia antes que el oro escogido. Porque mejor es la sabiduría que las piedras preciosas; y todo cuanto se puede desear, no es de compararse con ella» (vv. 10-11).
La sabiduría dice: «Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado; y mi rédito mejor que la plata escogida. Por vereda de justicia guiaré, por en medio de sendas de juicio, para hacer que los que me aman tengan su heredad, y que yo llene sus tesoros» (vv. 19-21).
¡Estas sí son riquezas verdaderas!