Los servicios de emergencia en Carlsbad, California, rescataron a una mujer con acento australiano, que no podía recordar quién era. Como sufría de amnesia y no tenía identificación, no podía dar su nombre ni decir de dónde venía. Se requirió de ayuda médica y de los medios de comunicación para que recuperara la salud, contara su historia y se reuniera con su familia.
Nabucodonosor, el rey de Babilonia, también olvidó quién era y de dónde venía. Sin embargo, su «amnesia» era espiritual. Al atribuirse el mérito de haber obtenido por sí mismo el reino que se le había otorgado, olvidó que Dios es el Rey de reyes, y que todo lo que tenía le pertenecía a Él (Daniel 4:17, 28-30).
Dios escenificó el estado mental de rey, llevándolo al campo para que viviera con los animales salvajes y pastara como las vacas (vv. 32-33). Finalmente, después de siete años, Nabucodonosor miró a los cielos, y le volvió a la memoria quién era y quién le había dado el reino. De vuelta en sus cabales, declaró: «Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo» (v. 37).
¿Y nosotros? ¿Quiénes pensamos que somos? ¿De dónde venimos? Como somos propensos a olvidar, ¿con quién podemos contar para que nos ayude a recordar sino con el Rey de reyes?