Month: febrero 2018

Perdido, pero hallado

Cuando nos enteramos de que mi suegra se había perdido mientras iba de compras con una pariente, mi esposa y yo nos desesperamos. Sufría de pérdida de memoria y de confusión, y no se sabía qué podría hacer. ¿Se quedaría por la zona o subiría a un autobús, pensando que la traería a casa? Los peores escenarios resonaban en nuestra mente cuando empezamos a buscarla, y clamábamos a Dios: «Por favor, encuéntrala».

Liberarse del miedo

Nuestros cuerpos reaccionan cuando nos sentimos amilanados o con miedo. Un nudo en el estómago, sumado a palpitaciones y respiración profunda, indica un estado de ansiedad. Nuestra naturaleza física impide que ignoremos esos sentimientos de inquietud.

Dar sin temor

Cuando mi hijo Xavier tenía seis años, una amiga trajo a su niño pequeño de visita, y Xavier quiso darle unos juguetes. Me encantó la generosidad de nuestro pequeño, hasta que le ofreció un animal de peluche que mi esposo había buscado en varias tiendas de diferentes ciudades hasta conseguirlo. Como sabía que era un juguete muy buscado, mi amiga trató delicadamente de rechazarlo. Aun así, Xavier puso el regalo en las manos de su hijo y dijo: «Mi papi me da muchos regalos para compartir».

Nuestro fundamento seguro

Durante años, gente de nuestra ciudad construyó y compró casas en zonas con terreno inestable. Algunos sabían del riesgo, pero a otros no les avisaron. «Cuarenta años de advertencias de geólogos y de ordenanzas municipales elaboradas para asegurar la construcción de casas seguras» se ignoraron o no se explicaron, publicó un periódico de Colorado Springs el 27 de abril de 2016. La vista desde muchas de esas casas era espectacular, pero el terreno debajo de ellas era un desastre.

Florecer en el lugar apropiado

«Una maleza es cualquier planta que crece donde uno no quiere», dijo mi padre al darme la azada. Yo quería dejar la planta de maíz que «voluntariamente» se había plantado entre los guisantes. Pero papá, que había crecido en una granja, me dijo que la sacara. Lo único que haría esa espiga sería ahogar los guisantes y robarles los nutrientes.

Misericordia para el juicio

Una vez, cuando mis hijos peleaban y se me acercaron para acusarse el uno al otro, llevé a cada uno aparte y escuché su versión del problema. Como ambos eran culpables, al final de nuestra charla, les pregunté qué les parecía una disciplina justa y apropiada por las acciones del otro. Ambos sugirieron un inmediato castigo. En cambio, quedaron sorprendidos cuando le di a cada uno la consecuencia que habían sugerido para el otro. De repente, se lamentaron por lo «injusto» que parecía ahora el castigo que les había tocado; a pesar de haberles parecido correcto cuando debía aplicarse al otro.

¡Ajustarse el cinturón!

«El comandante ha encendido la señal del cinturón de seguridad, que indica que estamos ingresando en una zona de turbulencias. Por favor, regresen a sus asientos inmediatamente y abróchense los cinturones». Las azafatas hacen esta advertencia porque, en esos casos, los pasajeros que no están sujetados podrían lastimarse. Sujetos a sus asientos, pueden atravesar a salvo la turbulencia.

De arañas y la presencia de Dios

Arañas. No conozco a ningún niño a quien le gusten. Al menos, en su habitación… a la hora de dormir. Pero mi hija, cuando estaba por acostarse una noche, vio una araña peligrosa cerca de su cama. «¡¡¡Papá!!! ¡¡¡Araña!!!», gritó. Por más que lo intenté, no pude encontrar a la intrusa de ocho patas. «No te va a hacer nada», le aseguré, pero ella no estaba muy convencida. Solo cuando le dije que me quedaría al lado de su cama para vigilar, accedió a meterse en la cama.

El Gran Médico

Cuando el Dr. Rishi Manchanda les pregunta a sus pacientes: «¿Dónde vive?», quiere saber más que su dirección, ya que ha visto un patrón. A menudo, quienes buscan ayuda, viven en entornos estresantes. Hongos, parásitos y toxinas los enferman. Por eso, el Dr. Manchanda se ha convertido en representante de lo que él denomina «Médicos contra la corriente». Son profesionales de la salud que, además de brindar ayuda médica urgente, trabajan para llegar a la fuente de una salud mejor.

¿No alcanza?

Mientras volvíamos a casa después de la iglesia, mi hija iba en el asiento trasero disfrutando sus galletitas con forma de peces mientras mis otros hijos le rogaban que las compartiera con ellos. En un intento de redirigir la conversación, le pregunté a la acaparadora: «¿Qué hiciste en la clase hoy?». Contestó que había hecho una cesta con panes y peces porque un niño le había dado a Jesús cinco panes y dos peces para que Él alimentara a más de 5.000 personas (Juan 6:1-13).