En agosto de 2016, Carissa posteó en una red social fotos de una inundación devastadora. A la mañana siguiente, agregó una nota de una persona de esa zona, que pedía ayuda. Cinco horas después, ella y su esposo enviaron una invitación para que otros los acompañaran en su viaje de 1.600 kilómetros, para ayudar allí. Menos de 24 horas después, trece personas estaban en camino para servir en aquellos hogares que habían sido seriamente dañados.
¿Qué motiva a las personas a dejar todo y viajar horas para mover muebles, demoler construcciones afectadas y brindar esperanza en un lugar donde nunca antes habían estado? El amor.
Piensa en estos versículos que ella posteó con su invitación a ayudar: «Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará» (Salmo 37:5). Esto es particularmente cierto cuando obedecemos el llamado de Dios a ayudar. El apóstol Juan dijo: «el que […] ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?» (1 Juan 3:17). Puede ser una tarea gigantesca, pero Dios prometió ayudarnos cuando «hacemos las cosas que son agradables delante de él» (v. 22).
Cuando surge una necesidad, podemos honrar a Dios estando dispuestos a decir un «Sí» de amor a lo que sentimos que Él está llamándonos a hacer por otros.