Un domingo, estaba junto al arroyo que pasa por el medio de nuestro barrio, deleitándome en la belleza que trae a nuestra zona llena de edificaciones. Sentí cómo me relajaba al mirar el agua y escuchar el canto de los pájaros. Le di gracias al Señor por ayudarnos a encontrar descanso para nuestra alma.
El Señor instituyó el día de reposo (un tiempo para descansar y renovarse) para su pueblo porque quería que prosperara. Como vemos en Éxodo, Dios les dijo que sembraran los campos durante seis años y los dejaran descansar el séptimo. Lo mismo sucedía con trabajar seis días y descansar el séptimo. Esta manera de vivir distinguía a los israelitas de las demás naciones porque no solo ellos seguían este patrón, sino que los extranjeros y los esclavos en sus casas también podían hacerlo.
Podemos abordar nuestro día de descanso con expectativa y creatividad, aprovechando la oportunidad de adorar y hacer algo que alimente nuestra alma, según nuestras preferencias. A algunos les gustan los juegos; a otros, la jardinería; algunos comen con amigos y familiares; otros duermen una siesta.
¿Cómo podemos redescubrir la belleza y la riqueza de apartar un día para descansar, si esto está faltando en nuestra vida?