«Percibir favoritismo es uno de los factores que más influyen en la rivalidad entre hermanos», dijo la doctora Bárbara Howard, especializada en desarrollo conductual. Un ejemplo sería José, el personaje del Antiguo Testamento, que era el hijo predilecto de su padre, lo cual enfureció a sus hermanos (Génesis 37:3-4). Por eso, vendieron a José a unos mercaderes que viajaban a Egipto, y fingieron que un animal salvaje lo había matado (37:12-36). El futuro de José parecía sombrío.
Sin embargo, José decidió ser fiel a Dios incluso cuando parecía empeorar su situación. Después de que la esposa de su amo lo acusara falsamente y lo metieran preso por algo que no había hecho, José siguió confiando en el Señor.
Años después, sus hermanos fueron a Egipto a comprar granos durante una hambruna, y los aterró descubrir que su despreciado hermano menor era el primer ministro. Sin embargo, José les dijo: «no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. […] no me enviasteis acá vosotros, sino Dios» (45:5, 8).
Las palabras amables de José hacen que me pregunte: En su lugar, ¿querría vengarme o sería misericordioso como resultado de mi confianza en Dios?