En el trabajo, las palabras de ánimo son importantes. La manera en que los empleados se hablan afecta la satisfacción del cliente, las ganancias de la empresa y el aprecio entre colegas. Según estudios, en los grupos laborales más eficaces, sus miembros intercambian seis veces más afirmación que desaprobación, desacuerdo o sarcasmo. Los equipos menos productivos suelen usar al menos tres comentarios negativos por cada palabra amable.
Pablo conocía el valor de las palabras para formar relaciones y lograr resultados. Antes de conocer a Cristo, sus palabras y acciones aterrorizaban a los seguidores de Jesús. Pero, cuando escribió su carta a los tesalonicenses, había aprendido a dar ánimo, gracias a la obra de Dios en su corazón. Ahora, instaba a sus lectores a animarse unos a otros, y les mostró cómo afirmar a los demás y reflejar el Espíritu de Cristo.
En el proceso, Pablo les recordó a sus lectores de dónde proviene el ánimo. Para él, entregarnos en manos de Dios, quien nos amó de tal manera que murió por nosotros, nos da razón para consolarnos, perdonarnos, inspirarnos y desafiarnos con amor unos a otros (1 Tesalonicenses 5:10-11).
Pablo nos muestra que el ánimo es una forma de ayudarnos a experimentar la paciencia y la bondad de Dios.