Uno de los poemas cristianos más antiguos de la literatura inglesa es The Dream of the Rood [El sueño del crucifijo]. Un crucifijo es la imagen de Cristo crucificado. En esa antigua poesía, la historia de la crucifixión se narra desde la perspectiva de la cruz. Cuando el árbol se entera de que lo convertirán en una cruz para matar al Hijo de Dios, rechaza la idea. Pero Cristo consigue la ayuda de ese árbol para dar redención a todos los que creen.
En el huerto de Edén, un árbol fue el origen del fruto prohibido que comieron nuestros primeros padres, haciendo que el pecado entrara en el género humano. Cuando el Hijo de Dios derramó su sangre como el sacrificio supremo por el pecado de toda la humanidad, también fue clavado en un árbol. Cristo «llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero» (1 Pedro 2:24).
La cruz es el punto de inflexión para todos los que reciben a Cristo para ser salvos. Desde aquella crucifixión, ese madero se ha convertido en un símbolo notable de la muerte sacrificial del Hijo de Dios para rescatarnos del pecado y de la muerte. La cruz de Cristo es la prueba maravillosa e inefable del amor de Dios por nosotros.