L a Biblia relata historias que nos hacen detener a pensar. Por ejemplo, cuando Moisés guiaba al pueblo de Dios a la tierra prometida y los amalecitas lo atacaron, ¿cómo supo que debía ir a la cima del monte y mantener en alto la vara de Dios? (Éxodo 17:8-15). No lo sabemos, pero sí se nos dice que, cuando Moisés levantaba la mano, los israelitas ganaban, y que, cuando la bajaba, vencían los amalecitas. Entonces, al cansarse Moisés, su hermano Aarón y otro hombre llamado Hur le sostenían los brazos para que los israelitas pudieran triunfar.
No se dice mucho sobre Hur, pero jugó un papel crucial en ese momento de la historia de Israel. Esto nos recuerda a los héroes inéditos; aquellos que sostienen y alientan a los líderes, y que suelen pasar inadvertidos. Tal vez los libros de historia mencionen a los líderes y los medios sociales los elogien, pero el Señor no ignora a aquellos que sirven en silencio y fielmente de otras maneras. Él ve a aquel que intercede diariamente por sus amigos y familiares; a la mujer que acomoda las sillas en la iglesia cada domingo; al vecino que se acerca con una palabra de aliento.
Dios nos utiliza, aunque nuestra tarea parezca insignificante. No olvidemos reconocer y dar gracias a los héroes inadvertidos que nos ayudan.