En marzo de 1974, mientras cavaban un pozo, unos granjeros chinos descubrieron algo sorprendente: sepultados en el terreno seco de China central, estaban los Guerreros de Terracota: unas esculturas de terracota en tamaño real que datan del siglo iii a.C. Este extraordinario hallazgo incluye unos 8.000 soldados, 150 caballos de guerra y 130 carros tirados por 520 caballos. El lugar se ha convertido en uno de los sitios turísticos más populares de China, visitado por más de un millón de personas cada año. Este asombroso tesoro estuvo escondido durante siglos, pero ahora se comparte con todo el mundo.
El apóstol Pablo escribió que los seguidores de Cristo tienen un tesoro en su interior que deben compartir con el mundo: «Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros» (2 Corintios 4:7). El tesoro que tenemos dentro es el mensaje de Cristo y de su amor.
No debemos esconder este tesoro sino compartirlo, a fin de que, por el amor y la gracia de Dios, cada persona llegue a formar parte de su familia. Mediante la obra del Espíritu, compartamos hoy este tesoro con alguien.