Mientras un hombre abordaba un tren en Perth, Australia, se le trabó la pierna entre la plataforma y un vagón. Los guardias de seguridad no podían liberarlo, entonces, coordinaron los esfuerzos de casi 50 pasajeros, quienes, a la cuenta de tres, empujaron el tren hacia el costado. Ese trabajo en conjunto desplazó el vagón lo suficiente para liberar la pierna del hombre.
En muchas de sus cartas, Pablo destacó el potencial del trabajo en conjunto de los cristianos de las primeras iglesias. Instó a los creyentes en Roma a que se aceptaran unos a otros como lo había hecho Cristo con ellos: «Dios […] os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 15:5-6).
La unidad con otros creyentes nos permite comunicar la grandeza de Dios y nos ayuda a soportar la persecución. A los filipenses, los alentó a estar «firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen» (Filipenses 1:27-28).
A Satanás, le encanta dividir para vencer, pero sus esfuerzos son inútiles cuando, con la ayuda de Dios, somos «solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Efesios 4:3).