Cuando le pregunté a una amiga que está a punto de jubilarse qué le asustaba más respecto a la próxima etapa de su vida, dijo: «Quiero asegurarme de que no se me acabará el dinero». Al día siguiente, mi consultor financiero me aconsejó sobre cómo evitar quedarme sin dinero. Sin duda, todos queremos estar seguros de que tendremos los recursos necesarios para el resto de nuestra vida.
Ningún plan financiero puede garantizarnos seguridad absoluta en este mundo. Pero hay un plan que va más allá de esta vida, a un futuro interminable. El apóstol Pedro lo describe así: «Dios […] según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible» (1 Pedro 1:3-4).
Cuando ponemos nuestra fe en Cristo para que perdone nuestros pecados, recibimos una herencia eterna mediante el poder de Dios. Gracias a esta herencia, viviremos para siempre y nunca nos faltará nada.
Si podemos, es una buena idea hacer planes para jubilarnos. Pero lo más importante es tener una herencia eterna que nunca se agota… y que solo está disponible por medio de la fe en Cristo Jesús.