Las siguientes advertencias se han encontrado en algunos productos:

«Sacar al niño antes de cerrarlo». (Coche de bebé).

«No suministrar oxígeno». (Máscara contra el polvo).

«No operar manos libres mientras conduzca». (Artefacto para teléfonos móviles llamado «Conduzca y hable»).

«Este producto se mueve al usarlo». (Motocicleta).

Una etiqueta de advertencia apropiada para el acaudalado Nabal podría haber sido: «Un tonto es el que hace tonterías» (ver 1 Samuel 25). Sin duda, actuó con imprudencia cuando le habló a David, quien, mientras huía de Saúl, lo había ayudado con sus ovejas, pero que ahora había enviado a diez de sus hombres para pedirle comida (vv. 4-8).

La respuesta de Nabal fue más que descortés: «¿Quién es David […]? ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne […], y darla a hombres que no sé de dónde son?» (vv. 10-11). Violó el código de hospitalidad de la época al no invitarlo a la celebración, insultarlo, faltarle el respeto y, en esencia, robarle al no pagarle por su trabajo.

En realidad, todos tenemos un poco de Nabal, ya que, a veces, somos imprudentes. La única solución es confesar a Dios este pecado. Él nos perdonará y nos enseñará cómo ser sabios.