En su libro The God I Don’t Understand [El Dios a quien no entiendo], Christopher Wright señala que una persona inimaginable fue la primera en ponerle un nombre a Dios. ¡Esa persona es Agar!

La experiencia de Agar brinda una mirada auténtica y perturbadora de la historia humana. Varios años antes, Dios les había dicho a Abram y Sarai que tendrían un hijo. Como Sarai había envejecido, se puso impaciente. Entonces, para «ayudar» a Dios, recurrió a una costumbre de aquella época: le dio su sierva Agar a su esposo, y Agar quedó embarazada.

Era predecible que surgirían problemas. Sarai maltrató a Agar, y esta huyó. Sola y en el desierto, se encontró con el ángel del Señor, quien le prometió: «Multiplicaré tanto tu descendencia, que no podrá ser contada a causa de la multitud» (Génesis 16:10). En respuesta, esta esclava, procedente de una cultura politeísta con dioses que no podían ver ni oír, le pone este nombre a Dios: «Tú eres Dios que ve» (v. 13).

El «Dios que ve» es el Señor de los héroes impacientes y de los cobardes sin poder. Es el Dios tanto de los ricos y bien relacionados como de los indigentes y solitarios. Él oye y ve, y se interesa compasiva y profundamente por cada uno de nosotros.