Hasta hace poco, muchos pueblos en la zona rural de Irlanda no usaban números en las casas ni códigos postales. Así que, si había tres Patrick Murphy en un pueblo, el residente más nuevo no recibía su correo hasta que se les entregara primero a los otros dos, quienes habían vivido allí más tiempo. «Mis vecinos lo reciben primero —decía el último residente Murphy—. Leen un poco y dicen: “Tal vez no sea para nosotros”». Para terminar con esta confusión, el gobierno irlandés instituyó recientemente su primer sistema de códigos postales, para asegurar que el correo se entregue de manera correcta.

A veces, cuando oramos, sentimos que necesitamos ayuda para entregarle a Dios lo que tenemos en el corazón. Quizá no tengamos las palabras correctas ni sepamos cómo expresar nuestros profundos anhelos. En Romanos 8, el apóstol Pablo afirma que el Espíritu Santo nos ayuda e intercede por nosotros, tomando nuestros «gemidos» indecibles y presentándoselos al Padre: «qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros» (v. 26). El Espíritu ora siempre conforme a la voluntad de Dios, y el Padre conoce la mente del Espíritu.

Cobra ánimo, sabiendo que Dios nos oye cuando oramos y conoce nuestras necesidades más profundas.