Una mujer se quedó dormida en el sofá después de que su esposo se fue a acostar. Al rato, un intruso entró a hurtadillas en la casa por una puerta que habían dejado abierta; fue a la habitación donde dormía el hombre y cargó el televisor. En ese momento, el hombre se despertó y, al ver una figura, susurró: «Querida, ven a acostarte». El ladrón, asustado, dejó el televisor, tomó un montón de dinero del tocador y salió corriendo.
Seguramente, el ladrón se sorprendió cuando descubrió que el supuesto dinero era una pila de folletos evangelísticos, con la foto de un billete de veinte dólares de un lado y el mensaje del amor y el perdón de Dios del otro. En lugar de efectivo, el intruso se llevó la historia de la obra de Cristo por él.
Me preguntó qué pensó Saulo cuando Jesús se le apareció en el camino a Damasco, ya que perseguía e, incluso, mataba a sus seguidores (Hechos 9:1-9). Es probable que la gracia de Dios lo haya sorprendido porque, más tarde, siendo ya Pablo, lo definió como un «don»: «fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder» (Efesios 3:7).
¿El don de la gracia de Dios te ha sorprendido en algún momento con su amor y perdón?