En nuestra familia, marzo significa algo especial, ya que comienza el torneo de baloncesto universitario. Nuestra gran afición a este deporte hace que miremos los partidos y alentemos entusiasmados a nuestros equipos favoritos. Si encendemos el televisor con tiempo, podemos escuchar a los comentaristas que hablan sobre lo que pasará y disfrutar de la sesión previa, donde los jugadores practican lanzamientos y calientan los músculos con sus compañeros de equipo.
Nuestra vida en la Tierra es como la práctica previa a un partido. La vida es interesante y está llena de expectativas, pero no se compara con lo que viene. Piensa en el gozo de saber que, aunque la vida sea buena, ¡lo mejor está por delante! O que cuando damos con alegría a los necesitados, estamos invirtiendo en el tesoro celestial. En momentos de tristeza y sufrimiento, obtenemos esperanza al reflexionar en la verdad de la eternidad sin lágrimas ni dolor que nos aguarda. Con razón, Pablo exhorta: «Poned la mira en las cosas de arriba» (Colosenses 3:2).
El futuro que Dios nos ha prometido permite que veamos la vida con una nueva perspectiva. Es un maravilloso privilegio vivir aquí a la luz de lo que será allá.