Los ciudadanos de Israel tenían problemas con el gobierno. El siglo vi a.C. iba a terminar, y los judíos ansiaban terminar el templo que Babilonia había destruido años antes. Sin embargo, el gobernador de la región no estaba seguro de que debieran hacerlo; entonces, le envió una nota al rey Darío (Esdras 5:6-17).
En ella, decía que había encontrado a los judíos trabajando en el templo y le preguntaba al rey si tenían permiso para hacerlo. La carta también registra la contestación respetuosa de aquellas personas que afirmaban que un monarca anterior, Ciro, les había otorgado el permiso para reedificar el templo. El rey Darío constató que la historia era cierta. Entonces, no solo permitió que continuaran, ¡sino que también les dio dinero para que lo hicieran! (Ver 6:1-12). Cuando los judíos terminaron la obra, «con gozo celebraron […], porque el Señor […] había vuelto hacia ellos el corazón del rey» (v. 22).
Cuando consideramos necesario tratar algún tema, honramos al Señor al presentar nuestra causa de manera respetuosa, confiando en que Él controla cada situación y dándole gracias por el resultado.