Isla de la Caridad es una de las tantas situadas en la Bahía de Saginaw, en el Lago Hurón, en Estados Unidos. Desde hace varios años, se encuentra allí un faro para ayudar a los navegantes y un puerto seguro para los que recorren esas aguas. Le pusieron ese nombre porque los marineros creían que estaba allí «por la caridad de Dios».
A veces, la vida nos hace atravesar mares de circunstancias difíciles. Al igual que aquellos marineros, necesitamos guía y un lugar seguro; tal vez queramos tener nuestra propia Isla de la Caridad. El salmista entendía que Dios es el único que puede calmar las aguas turbulentas y guiarnos a puertos seguros. Por eso, escribió: «[El Señor] cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron; y así los guía al puerto que deseaban (Salmo 107:29-30).
Aunque nadie desea atravesar tormentas en su vida, estas pueden ayudarnos a valorar más la guía y la protección que Dios ofrece mediante la luz del Espíritu y de su Palabra. Lo que más anhelamos es el puerto seguro de su amor. Solo Él puede ser nuestra suprema «Isla de la Caridad».