Mi amor a la agricultura tal vez tenga sus raíces en mis antepasados, quienes dedicaron su vida a esta tarea como un medio para mantener a la familia. Mi padre creció en una granja, y trabajar en la huerta también era su pasión. En mi caso, cultivar plantas que dan flores hermosas y cuidar rosas que llenan de perfume y belleza nuestro jardín es un pasatiempo maravilloso. Si no fuera por las malezas, ¡todo sería perfecto!
Cuando tengo que luchar contra ellas, recuerdo el huerto de Edén; un jardín perfecto hasta que Adán y Eva desobedecieron a Dios. Entonces, los espinos y los cardos se convirtieron en una realidad para todos (Génesis 3:17-18).
La Biblia también menciona otro huerto: Getsemaní, donde Cristo, con una profunda angustia, le rogó a su Padre que buscara otra manera de revertir las consecuencias del pecado que comenzaron en Edén. No obstante, Jesús se sometió a su Padre con palabras de total obediencia ante aquel gran dolor: «Hágase tu voluntad» (Mateo 26:42).
Debido a que Jesús se sometió en ese huerto, nosotros ahora cosechamos los frutos de su gracia asombrosa. Dejemos que el Señor quite la maleza del pecado de nuestra vida.