Mi padre fue gravemente herido tras recibir un disparo en la pierna mientras guiaba como teniente segundo a sus hombres en Hill 609, en el norte de África, durante la Segunda Guerra Mundial. Después de eso, nunca volvió a estar físicamente al cien por ciento. Yo nací varios años más tarde y, mientras fui joven, nunca supe que lo habían herido. Me enteré al tiempo, cuando alguien me contó. Aunque a mi padre siempre le dolía la pierna, nunca se quejaba ni usaba eso como excusa para no sustentar a su familia.
Mis padres amaban al Salvador y nos enseñaron a amarlo, confiar en Él y servirlo. En tiempos buenos y malos, simplemente confiaban en Dios, trabajaban duro y nos amaban incondicionalmente. Proverbios 14:26 afirma que «en el temor del Señor está la fuerte confianza; y esperanza tendrán sus hijos». Mi padre hizo eso por nuestra familia. Al margen de las dificultades que enfrentó, nos brindo un lugar espiritual, emocional y físicamente seguro.
Como padres, podemos brindarle un lugar seguro a nuestra familia con la ayuda del Padre celestial y perfecto, cuyo amor a sus hijos es insondable y eterno.