En 1879, unos arqueólogos descubrieron en lo que hoy se conoce como Iraq (la Babilonia de la Biblia) un pequeño objeto notable. El Cilindro de Ciro registra lo que hizo el rey Ciro de Persia hace 2.500 años: permitir que un grupo de personas regresara a su tierra natal y reconstruyera sus «ciudades santas».
El capítulo 1 de Esdras relata esta misma historia: «despertó el Señor el espíritu de Ciro rey de Persia» (v. 1) para que pregonara la libertad a los cautivos en Babilonia para que volvieran a su tierra y reedificaran el templo (vv. 2-5).
Pero la historia no termina allí. Daniel confesó sus pecados y los del pueblo, y le rogó a Dios que pusiera fin al cautiverio babilónico (Daniel 9). En respuesta, el Señor envió un ángel para que hablara con él (v. 21); y más tarde, indujo a Ciro a que liberara a los hebreos. (Ver también Jeremías 25:11-12; 39:10).
Esta historia tiene hoy muchas implicaciones. En un mundo aparentemente fuera de control, podemos confiar en que Dios puede mover los corazones de los líderes. Proverbios 21:1 afirma: «Así está el corazón del rey en la mano del Señor»; y Romanos 13:1 declara: «no hay autoridad sino de parte de Dios».
Podemos confiar en el control del Señor y pedirle que obre.