Silvia es una lectora voraz. Mientras otros miran televisión o juegan a los videojuegos, ella está absorta en las páginas de un libro.
Mucho de ese celo se remonta a sus primeros años de vida. Su familia solía visitar a unos tíos que tenían una librería. Allí, Silvia se sentaba en la falda de su tío Eduardo mientras Él le leía y la iniciaba en las maravillas y los deleites de la lectura.
Hace cientos de siglos, un joven llamado Timoteo daba sus primeros pasos mientras lo guiaban en el sendero del aprendizaje. En la última carta de Pablo, el apóstol reconoce que la abuela y la madre de Timoteo fueron las que originariamente le enseñaron de la Biblia (2 Timoteo 1:5). Después, exhorta al joven a seguir en el camino cristiano porque «desde la niñez [había] sabido las Sagradas Escrituras» (3:14-15).
Para el creyente en Cristo, aprender sobre la vida espiritual nunca debe dejar de deleitarlo ni de ayudarlo a que crezca. Leer y estudiar puede ser una gran parte de esto, pero también necesitamos que otros nos animen y enseñen.
¿Quién te ha ayudado a crecer en la fe? ¿A quién puedes ayudar? De este modo, apreciarás más al Señor y fortalecerás tu relación con Él.