Llamado a menudo «el rey de las marchas», el compositor y director de bandas John Philip Sousa compuso obras que se han interpretado en todo el mundo durante más de cien años. Tal como declaró el historiador de música Loras John Schissel: «Sousa es para las marchas lo que Beethoven es para las sinfonías». Sousa comprendía el poder de la música para motivar, animar e inspirar a la gente.

En la época del Antiguo Testamento, el pueblo de Israel solía ser incentivado a componer y cantar himnos para celebrar la ayuda de Dios en tiempos de necesidad. Cuando el Señor salvó a su pueblo de uno de los ataques del ejército de Faraón, «cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico al Señor […]: Cantaré yo al Señor, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete. El Señor es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación» (Éxodo 15:1-2).

La música tiene el poder de elevar nuestro espíritu, al recordarnos la fidelidad de Dios en el pasado. Cuando estemos desanimados, podemos cantar coros e himnos que nos hagan quitar la vista de las circunstancias problemáticas, para contemplar el poder y la presencia del Señor. Se nos recuerda que Él es nuestra fortaleza, cántico y salvación.