Cuando una tragedia destroza la vida de una persona, esta busca respuestas. Hace poco, una madre que perdió a un hijo adolescente me dijo: «No lo entiendo. No sé si puedo seguir creyendo. Lo intento, pero Dios ya no tiene sentido para mí. ¿Por qué pasó todo esto?». No hay respuestas fáciles para semejantes preguntas. Sin embargo, para los que confían en Cristo, hay esperanza.

El apóstol Pedro lo explica. Con frases estimulantes, alaba a Dios porque «nos hizo renacer para una esperanza viva» (1 Pedro 1:3) con la salvación. Esta esperanza es permanente y trae gozo aun en las tragedias ( v. 4) . Después, revela la desalentadora realidad de que quizá tengamos «que ser afligidos en diversas pruebas» ( v. 6) . Los que han experimentado alguna pérdida vuelcan sus corazones esperanzados a estas palabras: esto sucede para que «vuestra fe […] sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo» ( v. 7) .

Las pruebas (aparentemente, al azar e inexplicables) pueden verse de manera diferente a la luz de estas palabras. En medio de la tragedia, el poder y la belleza de la salvación pueden brillar gracias a nuestro gran Salvador. Quizá esto ofrezca luz suficiente para que una persona angustiada enfrente un día más.