En 2008, los precios de los inmuebles caían en el Reino Unido. No obstante, dos semanas después de que mi esposo y yo pusiéramos en venta la casa donde habíamos vivido 40 años, un comprador ofreció un buen precio y aceptamos. Entonces, los constructores empezaron a trabajar en la casa que yo había heredado, la cual sería nuestro nuevo hogar. Pero, unos días antes de concretar la venta, el comprador se echó atrás. Quedamos devastados. Ahora teníamos dos propiedades: una cuyo valor caía; la otra, casi en ruinas, y a la que no podíamos vender ni mudarnos. Hasta que encontráramos un nuevo comprador, no podíamos pagarle al constructor. Fue una situación imposible.
Cuando Josué se encontró con la fortaleza de Jericó, tal vez sintió que enfrentaba una situación imposible (Josué 5:13–6:27) . No obstante, en ese momento, se le presentó un Príncipe con una espada desenvainada. Algunos teólogos piensan que era Jesús. Josué le preguntó si ayudaría a los israelitas o al enemigo en la batalla, y aquel Varón respondió: «Ninguno de los dos […]. Soy el comandante del ejército del Señor» (5:14 NTV) . Josué adoró, antes de dar otro paso. No sabía cómo conquistaría Jericó, pero escuchó a Dios y lo adoró. Obedeció sus instrucciones y lo imposible sucedió.