La pequeña y acogedora aldea de Rjukan, en Noruega, es un lugar encantador para vivir…excepto durante los oscuros días de invierno. Ubicado en un valle, al pie del empinado monte Gaustatoppen, el pueblo no recibe luz solar directa durante casi medio año. Hace mucho, los habitantes del lugar pensaron en colocar espejos en la cima de la montaña para reflejar el sol, pero la idea no fue factible hasta hace poco. En 2005, un artista local comenzó el «Proyecto espejo», para unir a las personas que pudieran materializar ese emprendimiento. Ocho años más tarde, en octubre de 2013, los espejos se pusieron en acción. Los habitantes se amontonaron en la plaza del pueblo para absorber la luz solar reflejada.
En un sentido espiritual, gran parte del mundo se parece a la aldea de Rjukan. Montañas de problemas evitan que la luz de Jesús ilumine. No obstante, Dios coloca estratégicamente a sus hijos para que funcionen como reflectores. Una de estas personas fue Juan el Bautista, quien vino a dar «testimonio de la luz», Jesús, el cual da luz «a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte» (Juan 1:7; Lucas 1:79).
Así como la luz del sol es esencial para la salud emocional y física, la exposición a la luz de Jesús también es fundamental para la salud espiritual. Felizmente, todos los creyentes están en una posición ideal para reflejar la luz del Señor en los lugares lúgubres del mundo.