Las llamo «Las notas de Mel»: breves comentarios que mi hija Melissa escribía en su Biblia para ayudarla a aplicar los pasajes a su vida.
En Mateo 7, por ejemplo, marcó los versículos 1 y 2, que hablan de no juzgar a otros porque, cuando lo haces, «con la medida con que medís, os será medido». Al costado, apuntó: «Mira lo que haces antes de mirar a los demás».
Melissa era una adolescente que siempre estaba pensando en los demás. Vivía las palabras de Filipenses 2:4. Matt, su compañero de clase, que la conoció desde la escuela dominical hasta un año antes de terminar la escuela secundaria, cuando ella murió en un accidente automovilístico, dijo sobre ella en la reunión de recordación: «Creo que nunca te vi sin una sonrisa o algo que iluminara el día de los demás». Su amiga Tara declaró: «Gracias por ser mi amiga; no había ninguna otra persona que fuera tan buena y alegre como tú».
En una época en que criticar duramente a los demás parece ser la norma, es bueno recordar que el amor empieza en nosotros. Me vienen a la mente las palabras de Pablo: «Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor» (1 Corintios 13:13).
¡Qué diferencia haremos si, al mirar a los demás, decimos: «El amor empieza en mí»! ¿No sería un reflejo maravilloso del amor de Dios hacia nosotros?