Me encantaban los cumpleaños. Aún recuerdo estar delante de la puerta de mi casa, esperando con entusiasmo que mis amigos llegaran a mi fiesta cuando cumplí cinco años. No solo me alegraban los globos, los regalos y el pastel, ¡sino también que ya no seguía teniendo cuatro años!… estaba creciendo.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, los cumpleaños han sido a veces más desalentadores que emocionantes. El año pasado, cuando cambié de década más que de años, mi esposa Martie me animó al recordarme que debía dar gracias por seguir cumpliendo años. Mencionó el Salmo 71, donde el salmista habla de la presencia de Dios durante toda su vida. Recuerda: «De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó» (v. 6); y proclama con gratitud: «Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y hasta ahora he manifestado tus maravillas» (v. 17). Luego, cuando está más viejo, tiene el honor de anunciar: «[el] poder [de Dios] a la posteridad, y [su] potencia a todos los que han de venir» (v. 18). Dios bendijo al salmista con su presencia durante toda su vida.
Ahora, los cumpleaños me recuerdan la fidelidad de Señor. Además, ¡me acercan a la presencia de Aquel que ha estado conmigo todos estos años!