Para comprender mejor la cosmovisión de las personas, un investigador colocó a dos niños, uno pesimista y otro optimista, solos en habitaciones separadas. Al pesimista le tocó una habitación colorida y llena de juguetes ideales para dejar volar la imaginación; a la niña optimista la colocó en una habitación llena de paja.
El primer niño jugó en la sala un rato, pero, poco después, fue a la puerta a pedir que lo dejaran salir porque los juguetes eran aburridos y se rompían muy fácilmente. De manera similar, la pequeña optimista también fue a la puerta. Pero, en lugar de pedir que la dejaran salir, pidió una pala. El investigador le preguntó a la niña para qué la quería. Ella respondió: «Con toda esta paja, tiene que haber un poni en alguna parte».
Al comienzo de cada año, escuchamos predicciones sobre economía, política y otros temas. ¿Habrá guerra o paz? ¿Pobreza o prosperidad? ¿Progreso o estancamiento? Sin duda, hay lugar para grandes expectativas, planes para el futuro e, incluso, toda clase de preocupaciones.
¿Cómo podemos esperar que todo mejore y que nuestra familia y seres queridos vivan en un mundo mejor y más seguro? ¿De qué manera podemos ser optimistas cuando vemos disturbios por todas partes?
Pablo le dijo a Timoteo: «… en los últimos días vendrán tiempos difíciles. […] los hombres malos e impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de quiénes las has aprendido» (2 Timoteo 3:1, 13-14).
No importa lo que pueda suceder. El nuevo año y las nuevas temporadas prometen cosas grandes y maravillosas si verdaderamente confiamos en que el Padre celestial tiene el control de nuestra vida, nuestros planes y los deseos de nuestro corazón.
Debemos recordar que Dios está siempre con nosotros y que nos ama sin medida. Puede darnos la fortaleza que necesitamos para llevar a cabo nuestras resoluciones y las promesas que nos hicimos. Él es nuestra esperanza… ¡hoy, mañana y siempre!