Cuando nieva en la zona donde vivo, me gusta buscar a mis nietos para ir juntos a deslizarnos en nuestros trineos de plástico sobre la nieve detrás de casa. Bajamos rápidamente la colina en diez segundos y, después, subimos para lanzarnos otra vez.
Cuando viajo a Alaska con un grupo de jóvenes, también hacemos lo mismo. Un autobús nos lleva cerca de la cima de un monte, subimos a los trineos y, durante diez o veinte minutos (según el grado de valentía), bajamos a toda velocidad, tratando de seguir vivos.
Diez segundos en el patio trasero de mi casa o diez minutos en una montaña de Alaska… en ambos casos, nos deslizamos en trineos, pero hay una gran diferencia.
He comparado esto con la oración. A veces, hacemos una oración de «diez segundos en el patio»: rápida, repentina o dando gracias antes de comer. Otras, oramos «bajando de un monte»: larga e intensa, con pasión y concentrados en nuestra relación con Dios. Ambas son apropiadas y vitales para la vida.
Jesús oraba con frecuencia y, a veces, durante largos períodos (Lucas 6:12; Marcos 14:32-42). Sea como sea, presentemos los deseos de nuestro corazón al Dios de los patios traseros y de las montañas de nuestra vida.