Después de la Guerra Civil Norteamericana (1861-1865), el general Lew Wallace fue gobernador de los territorios de Nuevo México, que aun no pertenecían a los Estados Unidos de América. Su labor lo puso en contacto con muchos de los personajes que formaron parte de la historia casi mítica del Lejano Oeste; entre ellos, Billy el Niño y el sheriff Pat Garrett. Fue allí donde Wallace escribió lo que algunos han llamado el libro cristiano más influyente del siglo xix: Ben Hur: Una historia de los tiempos de Cristo.
Wallace fue testigo de uno de los peores impactos del pecado de la humanidad, reflejado en tales hechos de violencia. Tanto en su vida como en su famoso libro, el escritor concebía que lo único que tiene poder para redimir y reconciliar es la historia de Jesucristo.
Para los seguidores de Cristo, el clímax de nuestra vida fue el momento en que Dios «nos [libró] de la potestad de las tinieblas, y [trasladó] al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados» (Colosenses 1:13-14). Ahora gozamos del privilegio de ser narradores de la historia de la maravillosa redención divina.