El director estaba en el podio, recorriendo con la vista al coro y la orquesta. Los miembros del coro se ubicaron en sus lugares, acomodaron la música en sus carpetas y las sostuvieron a una altura que les permitiera ver al director. Los miembros de la orquesta colocaron la partitura en los atriles, se sentaron cómodamente y permanecieron quietos. El director esperó hasta que todos estuvieran listos. Entonces, tras una indicación con su batuta, los acordes del Mesías de Handel llenaron la catedral.
Envuelto por el sonido, sentí que me sumergía en la historia de Navidad; aquel momento oportuno cuando Dios con su batuta dio inicio a la obertura que comenzó con el nacimiento del Mesías, el «sumo sacerdote de los bienes venideros» (Hebreos 9:11).
Cada Navidad, cuando celebramos con música gloriosa la primera venida de Cristo, me viene a la mente que el pueblo de Dios, como los miembros de un coro y una orquesta, están preparándose para la próxima indicación del director, cuando el Señor venga otra vez. En aquel día, participaremos con Él en el movimiento final de la sinfonía de la redención divina, donde todo será hecho nuevo (Apocalipsis 21:5). Mientras aguardamos confiadamente, debemos mantener la vista puesta en el director y asegurarnos de estar listos.