Los ucranianos incluyen varios elementos hermosos en la celebración de Navidad. A veces, colocan ramas de heno sobre la mesa donde se reúnen, como un recordatorio del pesebre en Belén. Otra parte del festejo evoca los acontecimientos de la noche en que el Salvador entró en el mundo. Se eleva una oración y, después, el padre de la familia proclama: «¡Cristo ha nacido!». Y la familia responde: «¡Gloria a Él!».

Estas palabras me traen a la mente la aparición de los ángeles en el cielo de Belén la noche que Cristo nació. El ángel del Señor declaró: «que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es cristo el Señor» (Lucas 2:11). La hueste celestial respondió: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (v. 14).

Estos mensajes similares otorgan un significado sumamente profundo a esta maravillosa época del año. El Salvador ha venido a traer perdón y esperanza, y merece toda la adoración que podamos ofrecerle.

Que todos los que conocemos la maravilla del don divino de la vida eterna unamos nuestras voces a aquella hueste celestial, proclamando: «¡Gloria a Dios en las alturas!».