Las páginas de las Escrituras destacan el nacimiento de varios bebés: Caín, el primero en nacer después de la creación; Isaac, la esperanza del futuro de Israel; Samuel, la respuesta a la oración ferviente de una mujer. Todos son sumamente importantes y esperados con gran gozo. Y, en todos los casos, los escritores de la Biblia describen el acontecimiento de la misma manera: la madre concibió y dio a luz un hijo (Génesis 4:1; 21:2-3; 1 Samuel 1:20).

Ahora consideremos el nacimiento de otro varón, Jesús, cuya llegada se describe con mucho más detalle, ya que unas pocas palabras, evidentemente, no bastaban para narrarlo. Miqueas nos revela dónde nacería: en Belén (5:2); Isaías declara que su madre sería virgen (7:14) y que Él vendría para salvar a los seres humanos de sus pecados (capítulo 53).

El Nuevo Testamento nos da información clave sobre cuál sería su nombre y por qué se llamaría así (Mateo 1:21); dónde nacería, para que se cumpliera la profecía (2:6); y cómo formaban parte del plan de Dios la madre que lo daría a luz y el padre que lo adoptaría (1:16).

El nacimiento de Jesús está por encima de todos los demás. Su venida cambió el mundo y puede transformar nuestra vida. ¡Celebremos al Señor!