Cuando llevaron a mi esposo al hospital para operarlo de urgencia, empecé a llamar a mis familiares. Mi hermana y su esposo vinieron de inmediato para estar conmigo, y oramos mientras esperábamos. La hermana de mi marido escuchó la ansiedad de mi voz por el teléfono y, al instante, dijo: «Cindy, ¿puedo orar contigo?». Cuando llegaron mi pastor y su esposa, él también oró por nosotros (Santiago 5:13-16).
Oswald Chambers escribió: «Tendemos a usar la oración como último recurso, pero Dios quiere que sea nuestra primera medida defensiva. Oramos cuando no queda otra cosa por hacer, pero el Señor desea que oremos antes de hacer cualquier otra cosa».
En esencia, orar es simplemente conversar o hablar con Dios, esperando que Él oiga y conteste. No debe ser un último recurso. En su Palabra, el Señor nos insta a comprometerlo en oración (Filipenses 4:6). También nos prometió que, «donde dos o tres se reúnen» en su nombre, Él estará «en medio de ellos» (Mateo 18:20).
Por lo general, aquellos que han experimentado el poder del Todopoderoso, tienden a clamar a Él en primer lugar. Andrew Murray, un pastor del siglo xix, declaró: «La oración abre el camino a la presencia misma de Dios para que haga su obra en y a través de nosotros».